domingo, 23 de septiembre de 2007

La izquierda (casi) extraparlamentaria

Para quienes creemos en el pluralismo democrático, la autodestrucción de Esquerra Unida resulta una pésima noticia. “Fueron pocos y cada vez más desunidos”, podría ser su próximo epitafio colectivo.

El mayor enemigo de la izquierda radical no es esa derecha de la que abomina, sino ella misma, que con su dogmatismo sectario y excluyente termina por laminar hasta a sus propios representantes públicos, como acaba de suceder con las diputadas autonómicas Mònica Oltra y Mireia Mollà , hija esta última de Pasqual Mollà , dirigente de la corriente que va a escindirse con el nombre de Iniciativa pel País Valencià.

No hace falta ser ninguna pitonisa, para deducir, como hace Glòria Marcos –responsable última de este desaguisado– que el guirigay poscomunista “favorece a la derecha y al bipartidismo”. Pues que no lo hubiese propiciado, de entrada, haciendo una coalición contra natura de EU y el Bloc Nacionalista para conseguir así unos escaños autonómicos cuyo sueldo se disputan ahora las distintas facciones.

Vivir para ver. Los izquierdistas radicales siempre reprochan a los conservadores turbios intereses crematísticos y luego, a la primera de cambio, se pelean por cuatro miserables duros.

Y es que el único objetivo electoral del Compromís era superar ese listón del 5 por ciento de votos que, de seguir así, promete ser insuperable en el futuro para los otrora coaligados y ahora en plena batalla barriobajera. Consiguieron su objetivo en mayo. Y ahora a disfrutar –es un decir– de cuatro años de prebendas, porque en 2011 lo tendrán crudo. Lo sabe perfectamente Enric Morera , del Bloc, cuyo partido no irá con EU a las generales del próximo mes de marzo. Ni falta que le hace. Las Cortes de Madrid no suponen ninguna meta para él, sino el Palacio de Benicarló, donde ya ha conseguido escaño gracias a la efímera componenda electoral.

Ahora, quien tiene un problema es el coordinador general de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares , acosado por las malas previsiones electorales, de una parte, y por el marcaje hostil del secretario del PC, Paco Frutos , de otra. De consumarse la ruptura en EU, no sólo se quedará sin el escaño en Madrid de la valenciana Isaura Navarro –por falta de acuerdo sobre su candidatura y, sobre todo, por insuficiencia de votos–, sino que hasta peligra su propio liderazgo al frente de la formación. De ahí sus repetidos ofrecimientos de mediación y su deliberada miopía hacia lo que sucede en la Comunitat.

¡Qué diferencia con la época en que dirigía en Valencia el partido Joan Ribó , en un ejemplo retrospectivo de sensatez y de subordinación de los intereses personales a los colectivos!

Pero es que nuestra izquierda marginal, ya sea poscomunista, nacionalista o ecologista, vive tiempos de zozobra. Otro triste ejemplo lo proporciona estos días en Bruselas el alicantino David Hammerstein , que consiguió el cargo de eurodiputado por un acuerdo de Los Verdes con el PSOE en 2004 y que, expulsado de Els Verds del País Valencià hace un año, se quedó con el escaño, a diferencia de la gallardía con la que ha devuelto el suyo Rosa Díez , en beneficio de Vicent Garcés . Pues bien: Hammerstein está siendo investigado ahora mismo por el desvío hacia él de fondos de sus asistentes parlamentarios. Una de estos, Rosa Santrich , le ha denunciado por acoso laboral, causa por la que tiene que comparecer en los juzgados en próximo 12 de diciembre.

Ya ven que la íntima vocación extraparlamentaria de la izquierda radical se va consumando poco a poco. Al comienzo de la transición política parecía que la abundancia de siglas políticas haría ingobernable la democracia: se trataba de aquella “sopa de letras” a la que aludía despectivamente Manuel Fraga Iribarne . Duró un suspiro. Claro que a las últimas elecciones autonómicas en nuestra Comunitat todavía se presentó una veintena de partidos. ¿Y qué? Casi todos ellos tienen un carácter simbólico y testimonial, como también sucede en Estados Unidos, pongo por caso. Pero allí y aquí la tendencia hacia el bipartidismo es ineluctable.

La única diferencia, claro está, radica en que allí no existen partidos con vocación soberanista, independentista, separatista o como quiera decirse. Pero esa es otra película sobre la que habrá que volver antes de que sea ya demasiado tarde.

enrarias@hotmail.com